Los cultivos de maíz de la familia Dumaza

Tomada por Jabby Moya

 

José Dumaza Tunay a sus 35 años tiene una linda familia conformada por siete hijos (tres niñas de tres, cuatro y 11 años), (cuatro niños de seis, ocho, nueve y 13 años), todos cursan varios grados en primaria. José vive con su esposa Gloria Panesso Tapi de 31 años, con quien formó un hogar cuando ella tenía apenas 14 años. Actualmente es beneficiario del proyecto “Asistencia Humanitaria para la Población en Riesgo en el Pacifico Colombiano y Arauca”, desarrollado por la FLM con fondos de la Dirección de Ayuda Humanitaria y Protección Civil – ECHO, de la Comisión Europea.

En medio del paisaje y el río que rodea su comunidad (CUMA), José cuenta en voz baja, que en la actualidad, vive tranquilo porque tienen comida producto de la cosecha de maíz y porque el conflicto actualmente ha mermado en el territorio: los grupos armados se han retirado de sus comunidades gracias a la presencia del Ejército Nacional en la selva.

José Dumaza ha sido una de las víctimas del conflicto armado, cuenta que ha tenido que desplazarse y confinarse en muchas ocasiones en su propia comunidad y territorio: “las cosas están calmadas ahorita, pero cuando se pone duro, nos ha tocado guardarnos en la casa, pasar hambre porque no podemos ir a nuestras parcelas a recoger banano o primitivo, y quedan muy lejos… hasta 4 horas de camino. También por miedo a quedar en fuego cruzado entre ejército y guerrilla, y a que nos confundan y crean que pertenecemos a algún grupo armado”.

La Federación Luterana Mundial en el marco del Proyecto “Asistencia Humanitaria para la Población en Riesgo en el Pacifico Colombiano y Arauca” viene realizando actividades productivas con el fin de mejorar las capacidades técnicas en producción agroecológica de alimentos locales, igualmente facilita el acceso de las familias a cultivos de pan coger, como estrategia para aumentar la diversidad dietaría y permitir que las familias tengan disponibilidad de alimentos cerca de las comunidades, como mecanismo de mitigación para tener una fuente de alimentos, cuando se presenten situaciones de conflicto armado que restrinjan la movilidad de las familias.      

En medio de cientos de kilos de maíz que se encuentran sobre el piso de su casa, José Dumaza, manifiesta que los aprendizajes adquiridos en agricultura ecológica le servirán para aumentar la producción de maíz que obtuvo en esta cosecha: “antes me ponía muy triste porque cultivaba y no sabía por qué no daban buena producción los cultivos, a veces pensaba que era por los bombardeos del Ejército a la guerrilla o la fumigación a los cultivos ilícitos. Estaba muy preocupado porque no sabía cómo iba a criar a mis hijos, ahora que saqué cosecha de maíz (27 almud, 864kg de maíz) estoy muy contento”

Al igual que los hombres, las mujeres son parte activa de los sistemas productivos de las familias. Realizan todo tipo de labores en el campo como rozar, sembrar, cosechar el producto, transpórtalo hasta la vivienda y preparar el alimento. Gloria Tapik, una de las mujeres de la comunidad cuenta que “a nosotras las mujeres nos toca duro, porque acompañamos a los hombres a la parcela, cargamos la leña, cocinamos y atendemos a los niños en la casa. Los hombres solo hacen cosas de fuerza, comer y tomar chicha; aunque con los consejos que han dado en este proyecto para que los hombres apoyen más a las mujeres, ellos van a cambiar mucho”.

A medida que transcurre la conversación, José y Gloria se toman más confianza y resaltan el apoyo técnico que han recibido de la FLM durante el proyecto “antes no sabía cómo sembrar bien el cultivo de banano y plátano, solo nos da una cosecha, las hojas se ponen rojas, hace como que va crecer y luego se pudre la mata, pero con las capacitaciones que nos ha dado la FLM ya sabemos cómo evitar eso y que nuestro cultivo crezca mejor. Sabemos cómo limpiarlo y cuántos metros de ancho se deben dejar para producir bien. Las plagas antes nos hacían mucho daño en los cultivos, ya sabemos controlar un poquito para que no maten todo el cultivo, hasta mis hijos mayores me ayudan y han aprendido”, cuentan.

Por otro lado manifiestan que “antes estábamos aburridos, ahora estamos contentos porque tenemos maíz para alimentarnos hasta diciembre. Tenemos suficiente para comer y dejar una parte de la semilla para volver a sembrar en febrero y marzo. Cuando se acabe el maíz tenemos banano y primitivo para comer”.

Uno de los grandes sueños de José Dumaza y su esposa, es que termine la guerra para que sus hijos puedan estudiar y ser profesores de la comunidad, ya que tienen la tierra y nuevos conocimientos para producir más alimentos y lograr vender en el mercado de Lloró. “Yo vendo mis racimitos de banano o primitivo en Lloró y con esa platica compro comida, ropa y cuadernos para la escuela de los niños, ellos son felices cuando les compro ropa y galletas” manifiesta José con alegría en su rostro.   

En medio de la gran satisfacción que siente la familia de José Dumaza por el apoyo recibido de la FLM, también expresan con preocupación que una vez se termine el proyecto se van a sentir nuevamente solos, ya que el municipio no hace presencia en su comunidad y dice que las comunidades indígenas son las más olvidadas. Argumenta que quiere formarse para aprender a reclamar sus derechos al Estado y a los responsables de que ellos puedan vivir en paz en sus comunidades.