“Las ayudas que vienen de la Federación Luterana no distinguen raza ni color: aquí hay igualdad”

 

La voz de Alba Lucía Pinilla es suave y alegre como las brisas del viento que refrescan las calles cálidas de El Refugio en el municipio de Arauca. Su mirada es sincera y formidable y se percibe en ella la fuerza de una mujer que está dispuesta a darlo todo por su familia. Así como lo hizo hace 10 años para escapar de la violencia que se vivía en Saravena, su pueblo natal.

Al municipio de Arauca llegó como muchas otras personas en Colombia: en busca de un lugar para vivir. En esa búsqueda llegó hace un año y medio al asentamiento El Refugio. Allí encontró el don que por muchos años estuvo dormido: el don de ayudar al prójimo. “Todo el mundo lo tenemos, pero hay personas que no lo desarrollan. Yo lo desarrollé acá porque el ambiente se me da y es lo que a mí me gusta hacer”, afirma orgullosa.

Este don, dice ella, se convirtió en el propósito por el que se despierta cada mañana. Y aunque ahora está un poco enferma y debería estar en su casa, ella prefiere ir a hablar con la gente sobre actividades como las del proyecto Respuesta de Emergencia en Arauca, que realiza la Federación Luterana Mundial, con el apoyo de ACDI VOCA, hace algunos meses en el sector de Agua, Saneamiento e Higiene en los cinco sectores de El Refugio.

Sobre estas actividades Alba resalta que la entrega de bonos de higiene, el filtro de agua y la jornada de embellecimiento, mejoró la calidad de vida de todas las familias. “Las capacitaciones han cambiado la mentalidad de la gente. Hemos hecho las encuestas a las familias a las que se les ha entregado (el filtro) y eso les ha mejorado la calidad de vida. Las enfermedades en los niños han disminuido bastante. Antes los niños tenían diarreas y dolores de barriga. También nos han hablado mucho del manejo de basuras y se está capacitando a todos los sectores del barrio.” afirma con un ademán de satisfacción.

Alba cree, que aunque los bonos de higiene fueron de gran ayuda, lo más importante son todos los conocimientos que adquirieron durante las capacitaciones porque han cambiado la mentalidad de la gente. “Ya sabemos que tenemos que bañarnos las manos antes de comer o cocinar los alimentos”, dice con mirada reflexiva.

Para Alba, ser lideresa no es fácil. Pero dice que aunque siempre haya dificultades con la gente, es algo que no dejará de hacer nunca pase lo que pase. Y rescata que en El Refugio todos son bienvenidos, haciendo alusión a la llegada de familias venezolanas al sector. “Nosotros no lo vemos como un problema, son personas que vienen con necesidades igual que nosotros. Y bregamos a mirar cómo le ayudamos, porque acá llegan con un propósito de mirar en dónde pueden vivir, de mirar cómo pueden buscarse la comida o cómo pueden trabajar. Entonces aquí no hay problema de que haya discordia por ser venezolano o colombiano, aquí hay muchos colombianos que viven con venezolanos y tienen hijos”, afirma Alba.

Hoy, a sus 39 años, Alba Lucía ve en su comunidad una gran fortaleza y cree que el trabajo comunitario es un proceso importante que les permite salir adelante, siempre y cuando estén unidos. Al mismo tiempo, que resalta el trabajo que el equipo de la Federación Luterana Mundial, junto a ACDI VOCA, ha realizado en El Refugio. “La Federación Luterana no distingue raza ni color, aquí hay igualdad, no importa que vengan de Venezuela, colombianos o venezolanos, todos han recibido las ayudas por igual.”