El abrazo compasivo de Dios

Cristo mutilado de Bojayá (Chocó) Foto: FLM/K.Hintikka

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lucas 23:34)

A menudo me he preguntado acerca del significado de esta generosa oración de Jesús. ¡Por supuesto que sabían lo que estaban haciendo! La crucifixión de Jesús tuvo como objetivo silenciarlo. Se trató de acabar con su mensaje de justicia, compasión y solidaridad. La crucifixión reflejó el rechazo de la nueva vida que Dios ofrece por medio de Jesucristo, para poder seguir viviendo los antiguos desordenes del pecado.

Al contemplar el poderoso simbolismo de la cruz de Bojayá en Colombia, sin embargo, he logrado ver algo nuevo. Puesto que Jesucristo fue crucificado con sus brazos extendidos y abiertos, sin quererlo su mensaje y su ministerio fueron afirmados y fortalecidos. El Cristo crucificado representa el abrazo misericordioso de Dios. Cristo muere porque Dios busca a quienes están perdidos, perdidas, quebrados, quebradas, y heridos, heridas. Sus brazos, abiertos y extendidos, son los brazos abiertos y extendidos de Dios, prestos a sanar, bendecir y restaurar.

Por cierto, no sabían lo que estaban haciendo.

La misma violencia irracional que crucificó a Jesús terminó arrancándole los brazos al crucifijo de Bojayá. Una bomba alcanzó la capilla en la cual habitantes del poblado habían buscado refugio de un cruento enfrentamiento entre grupos armados. La bomba cegó la vida de muchos y muchas, e hirió a otros tantos y tantas. La bomba destruyó parcialmente el crucifijo, dejando solamente el torso de Jesús.

Padre, ¿sabían lo que estaban haciendo?

Pero el corazón sigue ahí. El corazón de Dios sigue latiendo. Y la cabeza sigue ahí. La mente de Dios sigue ideando el mundo tal como debería ser. La crucifixión y la resurrección se encuentran en el crucifijo de Bojayá. Desesperación y esperanza, violencia irracional y amor inquebrantable, el poder del mal y la resiliencia del bien se reflejan en el crucifijo, casi como tocándose, y con ello comunicando tanto acerca de las experiencias cotidianas del ser humano.

El corazón del crucifijo de Bojayá, inquebrantablemente latiendo por justicia, compasión y solidaridad, y la mente, creativamente ideando el mundo como Dios lo quiere, buscan brazos y manos para continuar expresando el abrazo de Dios en nuestro mundo. Anhelan que comunidades de los y las bautizados en todo el mundo asuman el llamado para la misión de Dios, y se comprometan con su labor de transformación, reconciliación y empoderamiento.

Padre, danos tu Espíritu, para que sepamos qué es lo que debemos hacer.